jueves, 10 de septiembre de 2009

Qué tortura de noche.


Madrid es una tortura constante. Y no sólo porque esté más lleno de gente guapa que otras ciudades. No sólo porque pueda contar hasta 10 melofos en menos de 30 segundos esperando al metro en Moncloa o en Callao. No sólo porque haya una tentación diferente en cada esquina, no. Es una tortura porque soy un facilón, como le confesé ayer a dos amigos con los que salí en plan "tranqui".

Y es que no nos veíamos de hace un mes. Quedamos sólo tres, ese número mágico e histórico: Una chica rubia natural pero muy inteligente (tanto que yo pensé que era oxigenada), un chico de 25 tacos, buenorro donde los haya, medio judío y casado con una cubana que sigue viviendo en la isla. A esa pareja maravillosa se añade el menda, que tenía intención de quedar a media tarde-noche, en el Tigre (qué grande ese lugar), para tomar un par de rondas y a casita, que toca estudiar, descansar, etc...

Pero, para variar, y como soy un facilón, entre la rubia y el buenorro (olvidé decir que tienen el pelo igual de largo, aunque él lo lleva recogido) me sedujeron. Y donde hubo sidras, también hubo chupitos de vodka y blue tropic en el Outlet. Y donde hubo chupitos, hubo alcohol variado en las terracitas de Chueca, mientras intentábamos arreglar el mundo y la ONU (por separado, claro). Y después llegaron los encuentros con el chileno-francés (cuyo padre, famosísimo abogado, tiene un piso en París, otro en Madrid y a saber cuáles más en otras capitales europeas), con el francesito hijo de un empresario que abandonó a su mujer por otro empresario, con su compañero de piso (con el que se comenta comparte más que chicas en los tríos que hacen cada fin de semana), con la californiana que ganó el concurso de baile "hot" y ese cartel sobre la forma de matar zombies.

Y de querer llegar a casa a las 23:30 a perder las llaves en el intento mientras bailábamos por algún garito de Argüelles. Y llegó el momento de la separación... O eso creí. Los tres decidimos, por invitación de ella, quedarnos a dormir en su casa, porque nos caía cerca de todo y de nada, y podríamos continuar la fiesta: Él, que tiene nombre romano, intentaba hacer la automatrícula de la Complu por internet, y yo me quitaba las lentillas pensando cómo dormir.

¿La solución? En tándem, con dos colchones unidos, él en medio sin camiseta y muriéndonos de la risa y de frío con el aire a toda potencia. Sabiendo que nos quedaba apenas hora y media de sueño.

Y fue el trío perfecto. Sobre todo porque no follamos. Bueno, sí, pero eso fue mi sueño... En mi dulce tortura noctura. Porque a mí estas cosas, en casita, no me pasaban.

2 comentarios:

  1. Que maravilla de noche!!! Dos personas interesantísimas, inteligentes, guapas ... y tu jajaja. Como mínimo, en sueños merecías un trío :)

    Me encanta que un día sea así de extraordinario cuando ni siquiera lo has imaginado.

    ResponderEliminar
  2. Yo estuve muchos dias teniendo "trios" de los que tu has comentando xD. Dos chicos y una chica en la misma cama, sin hacer nada. Sólo contandonos historias... A veces se nos unia otra chica y dormiamos todos juntos, o tumbabamos borrachos a mirar las estrellas en algun cesped con un par de botella en la mano y a hablar sobre tonterias. Esas cosas nunca se olvidan, tan buenas como el propio sexo.

    ResponderEliminar